17 Jun SPANISH CINEMA WITHOUT FEAR
Rafa Ayuso y Virginia Pablos
Recientemente se han dado a conocer los premios Goya. Como es habitual, y no por demérito de las películas aunque aquí cabría el debate, nombres habituales copan las nominaciones/premios: Trueba, Querejeta, de la Iglesia, Sánchez Arévalo más las raciones de noveles/sorpresas del curso (siempre muy medidas): La Herida, Stockholm o La Plaga. Son los premios de la anteriormente conocida como industria del cine español, industria que como tal se basa en valores narrativos convencionales pues son los que atraen al público mayoritario. Desde hace unos años España vive una conocida (en círculos internacionales y festivales menos conformistas) reformulación de las formas y fórmulas documentales, un grupo de cineastas que en muchos casos representan la vanguardia audiovisual entroncándolos con sus coetáneos internacionales (desterremos el término low cost, que usan muchos perezosos en un nuevo intento de etiquetado/vaciado neoliberal). No queriendo dejar fuera a ninguno de estos realizadores adelantados pues son muchos, quisieramos centrarnos en uno de ellos, Victor Moreno, poseedor de una filmografía en continuo crecimiento y garante de la españolidad, no tanto por su patriotismo (que también, pero uno crítico como debiera ser) sino porque sus obras se ven en multitud de festivales y centros culturales. Sus documentales pasan el filtro de calidad de forma unánime: sin imposturas o distancias críticas, su cine es accesible pero comprometido en contenido y forma.
A Sin Fin Cinema le gustaría ver reflejado en los Goya el salto portentoso que sigue ofreciendo el cine documental en España, ya que siendo una categoría que atrae menos atención que las de ficción, los miembros de la Academia reconocerían así una realidad que parece desconocen aún. Hemos leído en algún artículo que la nueva vanguardia que se hace en España se reflejó el año pasado con la inclusión de Mapa de León Siminiani. Mapa no ganó, ganó el documental que patrocinaba Javier Bardem sobre la causa del Sáhara. Mapa fue sólo una excepción a la norma. Hijos de las Nubes, sin embargo, sí es un claro ejemplo de lo que la Academia sigue entendiendo por documental, la del documental como género periodístico o reportaje. Sin embargo, en la última edición de los premios podría haber sido nominado la penúltima obra de Victor Moreno. Y digo podría porque desgraciadamente, como muchos han sabido estos días, Edificio España ha sido víctima de un secuestro por parte del Banco Santander, dueño del edificio madrileño que da nombre a la película, que impedía su difusión desde el año 2012, año en el que se pudo ver en San Sebastián y BAFICI. Tan tremendo inicio de su explotación que sólo auguraba cosas buenas, fue abortado, según el banco, porque su difusión dificultaría la venta del edificio. Por eso, amparándose en una de las cláusulas por las que el Santander dejaba filmar a Victor las obras de demolición de sus interior, Edificio España pasó a ser invisible. Para levantar el embargo, se requería que el autor eliminara referencias al franquismo y alguna estupidez más. Edificio España es una película sobre el trabajo y la transformación de la ciudad a la que la crisis añadió un nuevo contexto interpretativo, ese que posiblemente levantó la desconfianza del banco. En Sin Fin Cinema tuvimos la suerte de verla y de enamorarnos de ella. La intentamos incluir dos veces en nuestros programas: La primera vez en una sección que ofrecimos al Festival de Cine Español de Berlín. La segunda en un frustrado programa sobre el 15M. Por supuesto, debido a su situación legal, nunca pudimos exhibirla en Londres.
Muchos ya sabéis como termina esta historia: afortunadamente, Victor, haciendo acopio de valor, decide dar a conocer públicamente su situación por medio de un artículo en eldiario.es que consigue generar la atención del resto de los medios. Además, se escribe un manifiesto apoyado por 1,650 ciudadanos, algunos de reconocido prestigio nacional e internacional. El ruido generado fue suficiente para que los otrora mecenas de las artes decidieran dejar de dificultar el trabajo ajeno y dar permiso incondicional a la explotación de la obra, la cual ha estado ni más ni menos que un año y tres meses en el paro. Es una sonrisa a medias: películas como esta dependen en gran medida de su exhibición en festivales, cuyo requisito de participación suele ser estar realizadas un año o año y medio antes de la convocatoria. Esperemos que pueda continuar su explotación como si nada de esto hubiera pasado, devolviéndole el tiempo que le han robado y así gratificando de alguna manera la labor de todos sus responsables: productores, montadores, sonidistas etc.
Edificio España sirve como verdadero termómetro de la situación de la cultura española y su gestión política (como rama del poder financiero, por supuesto).
La actividad cultural/artística en España no está protegida y cada vez menos valorada, arrinconada como un nicho moribundo dentro del mercado.
Esta situación es, además de un problema político, un fenómeno apoyado por la inocuidad de los medios de comunicación (recordamos de nuevo la invención del término “low cost” que paradójicamente no aplican para sí mismos) o la flagrante carencia de lo audiovisual dentro del sistema educativo español, ahora que tantas ampollas levanta su reforma. En definitiva, los problemas de la creación artística (o científica) en España proceden de todos los estamentos sociales, porque como decía Tarkovsky (más o menos): El artista existe porque la sociedad está enferma. La desprotección de la creación en España es abrumadora, citando ahora a la muy intelectual Esperanza Aguirre: “El ministro Wert tiene cosas más importantes que atender a los actores” como si el cine se hiciera sólo con ellos. Como si el cine sólo fueran las quince o veinte producciones que aparecen en la lista de nominados de los Goya, como si el cine no fuera Víctor Moreno. En Sin Fin Cinema sufrimos estas actitudes cada vez que emprendemos un nuevo proyecto de difusión del cine español en el exterior, y conservamos anécdotas que darían para una enciclopedia en extensión, todas ellas relacionadas con las deficientes prácticas de gestores políticos de la cultura y sus enquistadísimos tentáculos en el exterior. Estamos poco valorados por ellos, incluso cuando hacemos un trabajo que ellos no hacen pero deberían (por temas presupuestarios, por absoluto desconocimiento de la materia que gestionan o por colisiones de lo más sibilinas).
Algunos nos fuimos del “edificio España” en busca de un futuro próspero, cansados de alguna estrechez de miras, o por pensar que fuera todo sería más fácil. Y en parte no estábamos equivocados: a diferencia de España, en el Reino Unido es fácil emprender y encontrar apoyo para lanzar tus propios proyectos. Prueba de ello es que las instituciones que promueven el audiovisual funcionan: están siempre encantados de recibirte, de hacerte hueco en sus agendas, o de mantener correspondencia personalizada contigo, dentro o fuera de cualquier programa de ayudas concreto. Los pitchings para proyectos son regulares y están a disposición de cualquiera, así como reuniones de networking, charlas y conferencias de profesionales para profesionales, incluso existen empresas que te ayudan a rellenar solicitudes y aconsejarte cómo enfocar tus ideas porque realmente quieren que accedas a las ayudas disponibles (¡quieren darte esas ayudas!) Existe un clima muy positivo, confían en la cultura y confían en tu potencial para generar dividendos o puestos de trabajo. Sin Fin Cinema siempre ha recibido un trato exquisito en este sentido. En Londres, el resultado es una oferta cultural amplia, quizá la más diversa de Europa. No hemos comprobado ningún atisbo de lucha partidista por politizar la creación o su gestión. Esta gestión seria del audiovisual es absorbida por el público: rara es la proyección con asientos vacíos.
Desde Sin Fin Cinema hemos creado distintos programas artísticamente arriesgados que mostrasen la calidad y variedad de la producción nacional, propuestas que hemos llevado a instituciones públicas españolas en busca de financiación y de las que hemos recibido frases como : ¨El dinero que nosotros tenemos viene de los impuestos que pagan los españoles, y como españoles que pagan quieren disfrutar de festivales que tengan lugar en España, no en el extranjero.¨ También: “Si no conozco las películas, no serán tan buenas”. Estas son las mentes que nos ayudan a difundir la cultura de España, aunque no todos hayan demostrado ser tan incultos o ciegos. Londres debe de ser un retiro por el que se deben de pelear los de la casta: cerca de España, con buen alojamiento y buen comercio, y por supuesto centros educativos de élite para los nenes. Federico Trillo, ese Virrey en Londres que decían en El País. El poder siempre ajeno a los méritos: el cup de café con leche.
En cierta ocasión tuvimos un encontronazo con el organizador de un festival: Habíamos comisariado una pequeña muestra de documentales, incluyendo uno de Victor Moreno. Al parecer los textos que hicimos para introducir y explicar el programa y los que acompañaban a cada película no eran de su agrado. Él aludía a las particularidades del público local donde se exhibían y los había reescrito sin nuestro consentimiento, llegando a inventarse las sinopsis de las películas. Insistimos en el respeto que debía a nuestro trabajo de comisarios con unas formas escrupulosamente profesionales. Pero no daba su brazo a torcer y al cabo de unos emails cambió el tono cansado de nosotros. La persona en cuestión sacó a relucir sus credenciales de forma irritada: que si era “hijo de”, que nunca llegaríamos a tener su estatus social o que nos había investigado. Nos dimos de bruces con un clasismo de tipo colonialista que ni sabíamos que aún perduraba. Sus insultos, basados en un orgullo aristocrático, subrayaban valores finiquitados durante la Revolución Francesa. Al indicarle que retirábamos el programa por no poder tolerar el trato recibido, volvió a la carga: nos amenazó con denunciarnos además del tráfico de influencias que pondría en marcha para acabar con nuestra labor profesional. Él era, en una palabra, la Ley. Una historia semejante a la de Edificio España: ricos contra pobres, los que hacen la Ley contra los que la deben acatar. Es terrorífico llegar a conocer los pensamientos más profundos de los que deciden sobre nuestro futuro profesional y vital. Guardamos esos mails como si fueran incunables de la literatura cortesana.
Los poderosos de España no sólo dificultan la cultura en su país, también la dificultan en el exterior, son personajes de naturaleza reaccionaria, en cuyos círculos seguramente aún se debate acaloradamente la batalla de Trafalgar o el inconcebible fracaso de la Armada Invencible como si fueran hechos recientes, círculos donde seguro aún se denigra a Buñuel y Lorca. Gente que aún no entiende que el discurrir del odioso término marca España depende también de ellos. Por eso, Víctor, te decimos que lo que has vivido no es una excepción, creemos que es habitual. Aplaudimos que dieras a conocer tu situación y nos alegramos por tu victoria. También te damos la razón cuando defiendes lo necesario de la integridad en la práctica audiovisual, el posicionamiento crítico (político o estético) porque sin él no existiría el verdadero cine de vanguardia que practicas.
No Comments